Traducido por Varignia Montalbetti, con la autorización de Peter Gray Ph.D.
Artículo original en: https://www.psychologytoday.com/intl/blog/freedom-learn/200807/children-educate-themselves-ii-lessons-little-kids
¿Alguna vez te has detenido a pensar sobre cuánto aprenden los niños en sus primeros cinco años de vida, antes de que comiencen a ir a la escuela, antes de que alguien intente enseñarles algo de manera sistemática? Su aprendizaje llega naturalmente; resulta de su instinto de jugar, explorar y observar a las personas que los rodean. Pero, al decir que llega naturalmente no significa que sea sin esfuerzo. Los niños ponen mucha energía en su aprendizaje. Sus capacidades de mantener la atención, de hacer esfuerzo físico y mental, y de superar frustraciones y barreras son extraordinarias. La próxima vez que tengas la posibilidad de ver a un niño menor de cinco años, siéntate y observa un rato. Intenta imaginar qué está sucediendo en la cabeza de ese niño o niña en cada momento en que interactúa con el mundo. Si te permites ese lujo, te espera un regalo. Esa experiencia te puede llevar a pensar sobre la educación bajo una nueva luz – una luz que brilla desde el interior del niño en vez de sobre el niño.
Aquí les voy a bosquejar un poco de lo que los psicólogos del desarrollo han entendido sobre el aprendizaje de los niños pequeños. Para ayudar a relacionar este conocimiento con los pensamientos sobre educación, organizaré el bosquejo en las categorías de educación física, lingüística, científica y moral-social.
Educación física
Comencemos con aprender a caminar. Caminar sobre dos pies es un rasgo característico de los seres humanos. En un sentido nacimos para eso. Pero aun así no es fácil. Cada ser humano que llega a este mundo hace un gran esfuerzo para aprender a caminar.
Recuerdo un día de primavera hace mucho tiempo, cuando mi hijo, cerca de su primer cumpleaños, estaba en la etapa en que podía caminar afirmándose en las cosas, pero no podía dar pasos solo. Sucedió que ese día viajábamos en un gran barco turístico, y mi hijo insistió en pasar todo el viaje caminando por la cubierta sostenido de mi mano. Pasamos muchas horas caminando a lo largo del barco conmigo incómodamente encorvado para que mi mano pudiera alcanzar la suya. La motivación, por supuesto, era totalmente de él. Yo sólo era su herramienta, un palo humano caminante. Intenté convencerlo de que parara a descansar porque yo necesitaba un descanso; pero él era un maestro en convencerme de volver a caminar cuando parábamos un momento.
Los investigadores han descubierto que los niños pequeños en el momento más importante del aprender a caminar pasan, en promedio, seis horas diarias caminando, durante ese tiempo dan en promedio 9.000 pasos y recorren 29 campos de fútbol (Adolph et al., 2003, Child Development, 74, 475-497). No están intentando llegar a ningún lugar en particular; simplemente caminan por caminar. Se interesan especialmente por caminar cuando se encuentran con un nuevo tipo de superficie. Sospecho que mi hijo, en nuestro paseo en barco, se sintió estimulado a caminar porque el movimiento del bote hacía que caminar fuera más difícil y agregó un desafío nuevo y emocionante.
Tempranamente en la etapa de caminar solos, los niños a menudo se caen y a veces se hacen daño; pero luego se levantan e intentan otra vez, y otra vez, y otra vez. Después de caminar, viene correr, saltar, trepar, columpiarse, y todas las otras nuevas formas de moverse. No tenemos que enseñarles a los niños nada de esto, y, ciertamente, no tenemos que motivarlos. Todo lo que tenemos que hacer es proporcionar lugares seguros para que practiquen.
Educación del lenguaje
Si alguna vez has intentado aprender un nuevo idioma de adulto, sabes lo difícil que es. Hay miles de palabras que aprender e incontables reglas gramaticales. Así todo, los niños más o menos dominan su lengua materna a la edad de cuatro años. A esa edad, en conversaciones, exhiben un conocimiento sofisticado de los significados de las palabras y las reglas gramaticales. De hecho, los niños que crecen en hogares bilingües adquieren dos idiomas a la edad de cuatro años y de alguna manera logran distinguirlos.
Los niños de cuatro años no pueden describir las reglas gramaticales de su idioma (ni la mayoría de los adultos), pero su conocimiento implícito de las reglas es claro en su habla y comprensión. Agregan s a nuevos sustantivos para transformarlos en plural, conjugan los nuevos verbos de presente a pasado, y expresan un entendimiento de las categorías gramaticales – sustantivos, verbos, adjetivos, adverbios, etc. – en su construcción de nuevas oraciones. Los niños deben venir a este mundo con un entendimiento innato del lenguaje, como sugirió Noam Chomsky hace mucho tiempo, pero las palabras y las reglas específicas de cada idioma son diferentes y claramente deben aprenderse.
Los bebés y los niños pequeños se educan a sí mismos continuamente en el lenguaje. En la temprana infancia comienzan a balbucear el lenguaje con sonidos, practicando los movimientos motores de la articulación. Con el tiempo restringen su balbuceo cada vez más a los sonidos del idioma específico que escuchan a su alrededor. A los pocos meses de edad se los puede observar poniendo mucha atención al habla de los demás y se involucran en actividades que parecen estar diseñadas para ayudarlos a comprender lo que están diciendo. Por ejemplo, regularmente siguen los ojos de niños más grandes o de adultos, para ver qué están mirando los otros, lo que los ayuda a adivinar de qué están hablando. Con esta estrategia, un niño pequeño que escucha en el jardín a alguien decir: “Qué lindo cristantemo”, tiene una buena posibilidad de identificar a qué objeto se están refiriendo. Entre las edades de 2 y 17 años, la gente joven aprende un promedio de 60.000 palabras (Bloom, 2001, Behavior & Brain Sciences, 24, 1095-1103); eso significa casi una nueva palabra por cada hora que están despiertos.
Aprender el idioma, como aprender a caminar, es juego. Es absorbente, intenso por sí mismo. Los niños pequeños van por ahí nombrando cosas sólo por el placer de nombrarlas, por ninguna otra recompensa. Y cuando los niños crecen su juego de palabras se hace aún más sofisticado, adoptando formas tales como acertijos, juegos de palabras y rimas. No podemos enseñarles a los niños lenguaje; todo lo que podemos hacer es proveerle un ambiente humano normal dentro del que pueden aprenderlo y practicar, eso es, un ambiente en el que se puedan relacionar con gente que habla.
Educación científica
Los niños pequeños son enormemente curiosos sobre todos los aspectos del mundo que los rodean. Incluso sus primeros días de vida, los bebés pasan observando más tiempo objetos nuevos que los que ya han visto antes. A la edad en que ya tienen suficiente coordinación ojo-mano para alcanzar y manipular objetos, sólo hacen eso, constantemente. Los bebés de seis meses examinan cada objeto nuevo que logran alcanzar, de formas que están bien diseñadas para aprender sobre sus propiedades físicas. Los aprietan, los pasan de una mano a otra, los observan por todos sus lados, los sacuden, los dejan caer para ver qué sucede; y cuando algo interesante sucede intentan repetirlo, como para demostrar que no fue una casualidad. Observa a un bebé de seis meses en acción y verás a un científico.
El objetivo principal de la exploración de los niños es aprender a controlar su entorno. Muchos experimentos han demostrado que los bebés y los niños están mucho más interesados en los objetos que pueden controlar que en los que no pueden controlar. Por ejemplo, un reproductor de audio que pueden prender y apagar a través de un esfuerzo propio es mucho más fascinante para ellos que uno que se prende y se apaga solo o que es controlado por un adulto. Se sienten especialmente atraídos por estos objetos en el período en que están aprendiendo a controlarlos. Una vez que han aprendido a controlar un objeto y han agotado todas las posibilidades de acción sobre él, tienden a perder el interés. Es por eso que la caja de cartón en la que viene un juguete lujoso, pero incontrolable, puede mantener el interés de un niño durante más tiempo que el juguete.
El impulso por descubrir cómo funcionan los objetos y cómo controlarlos no se acaba en la primera infancia; continúa mientras los niños y los adultos sean libres de seguir sus propios caminos. Este impulso es el fundamento de la ciencia. Nada destruye este impulso más rápidamente que un ambiente en el que a todos se les dice qué deben hacer con los objetos nuevos y cómo hacerlo. La diversión de la ciencia radica en el descubrimiento, no el conocimiento que resulta. Eso es cierto para todos nosotros, ya sea que seamos bebés de seis meses explorando un celular, niños de dos años explorando una caja de cartón o científicos adultos explorando las propiedades de una partícula física o de una enzima. Nadie se dedica a las ciencias porque le gusta que le den las respuestas a las preguntas de otra persona; se dedican a las ciencias porque les interesa encontrar las respuestas a sus propias preguntas. Es por eso que nuestro método estándar de capacitar a las personas en ciencias nunca los convierte en científicos. Aquellos que se convierten en científicos lo hacen a pesar de dicha formación.
Educación moral social
Para los niños pequeños es aún más fascinante que el entorno físico, el entorno social. Los niños se sienten naturalmente atraídos por los demás, especialmente por quienes son un poco mayores y un poco más competentes. Quieren hacer lo que hacen los demás. También quieren jugar con otros. El juego social es el principal medio natural de la educación social y moral de los niños.
Es a través del juego que los niños aprenden a relacionarse con otros. En el juego es donde deben tomar en cuenta las necesidades de los otros niños, aprenden a ver desde otros puntos de vistas, aprenden a comprometerse, aprenden a negociar las diferencias, aprenden a controlar sus propios impulsos, aprenden a complacer a otros para seguir contando con ellos como compañeros de juego. Todas estas son lecciones difíciles, y se encuentran entre las lecciones más importantes que todos debemos aprender si queremos vivir una vida feliz. No es posible que podamos enseñar estas lecciones a los niños; todo lo que podemos hacer es dejarlos jugar con otros y dejar que experimenten por sí mismos las consecuencias de sus fracasos y éxitos sociales. El fuerte impulso natural de jugar con los demás es lo que motiva a todo niño normal a trabajar duro para llevarse bien con los demás en el juego. No llevarse bien termina el juego y esa consecuencia natural es una poderosa experiencia de aprendizaje. Ninguna clase o consejo que podamos ofrecer puede sustituir dicha experiencia. No daré más detalles ahora, será el tema de futuros artículos.
¿Qué sucede con la motivación a los cinco o seis años?
Una vez, cuando mi hijo tenía unos siete años y estaba en la escuela pública, le mencioné a su maestra que parecía haber estado mucho más interesado en aprender antes de comenzar la escuela que ahora. Su respuesta fue algo como esto: “Bueno, estoy segura de que usted sabe, como psicólogo, que este es un cambio natural en el desarrollo. Los niños por naturaleza son aprendices espontáneos cuando pequeños, pero luego se vuelven más orientados a las tareas”.
Puedo entender de dónde sacó esta idea. He visto libros de texto de psicología del desarrollo que dividen las unidades según la edad y se refieren a los años preescolares como “los años del juego”. Toda la discusión sobre el juego ocurre en esos primeros capítulos. Es como si el juego se detuviera a los cinco o seis años. Los capítulos restantes tienen que ver en gran medida con estudios sobre cómo se desempeñan los niños en las tareas que los adultos les encomiendan. Me imagino que la maestra leyó un libro así cuando estaba estudiando educación. Pero tales libros presentan una visión distorsionada de lo que es natural. En los dos próximos artículos presentaré evidencia de que cuando a los jóvenes mayores de cinco o seis años se les permite la libertad y las oportunidades para seguir sus propios intereses, sus impulsos de jugar y explorar continúan motivándolos tan fuertemente como siempre y hacia formas más sofisticadas de aprendizaje.
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Y ahora, los invito a contribuir con sus propios pensamientos en la sección de los comentarios abajo. ¿Qué han observado sobre las actividades de los niños pequeños que encaja o va en contra de la esencia del argumento que he presentado aquí? ¿Qué piensan de la creciente tendencia de enseñar deliberadamente a los niños pequeños, e incluso ponerlos a prueba en las guarderías y jardines de infancia? En su opinión, ¿cuál es el entorno de aprendizaje ideal para los niños?